Hace unas noches, justo antes de acostarme, leí una historia que revolvió mis propios recuerdos de la infancia de lo que le había sucedido a mi madre y nuestra familia. En lugar de una noche de descanso, di vueltas y vueltas, incapaz de dormir. Lo positivo fue que la experiencia reforzó mi compromiso continuo de ayudar a otras mujeres de alguna manera significativa.
Fakhra Yunus, una mujer que había sufrido quemaduras graves con ácido que le había arrojado en la cara su marido, Bilal Khar., saltó de su apartamento del sexto piso en Roma. Durante 13 años, Fakhra luchó contra el mismo tipo de injusticias que sufren muchas mujeres en su Pakistán natal.
Sólo puedo imaginar el sufrimiento de Fakhra. Según la ex madrastra de su marido, la escritora y activista paquistaní Tehmina Durrani, “Muchas veces pensamos que ella (Fakhra) moriría en la noche porque tenía la nariz derretida y no podía respirar. Solíamos poner una pajilla en el poco de su boca que le quedaba porque el resto se derritió todo junto”.
Tuvo de 38 a 39 cirugías en total. No, eso no es un error tipográfico: 38 a 39 cirugías. Durrani dice: “(Fakhra) no solo se había quedado sin rostro; su cuerpo también se había derretido hasta los huesos”. El esposo de Fakhra, Khar, es producto de una influyente familia política que ha logrado evitar el castigo por sus crímenes. Mantiene su inocencia y, en todo caso, está indignado ante la mera sugerencia de que es culpable de cualquier maldad en lo que respecta a su esposa. Desafortunadamente para muchas mujeres de ascendencia paquistaní, la historia de Fakhra es demasiado familiar.
ABC Noticias -
Los ataques con ácido son frecuentes en ciertas partes de Asia. Según Nicholas D. Kristof, del New York Times, quien informó en 2008 que los ataques estaban en ese momento en su punto más alto en Pakistán, a menudo son obra de maridos que atacan a sus esposas como una forma de venganza por rechazar insinuaciones sexuales o otras propuestas. La Asociación de Mujeres Progresistas de Pakistán registró más de 7.000 ataques deliberados contra mujeres en solo dos ciudades pakistaníes entre 1994 y 2008, según el informe de Kristof. Solo el 2 por ciento de esos casos fueron procesados con éxito, dijo.
Como viajera frecuente, me he encontrado en países donde los derechos de las mujeres no parecen existir. En un país que visité durante una fiesta religiosa, me dijeron que aunque tenía pantalones y una camisa abotonada que me cubría por completo, "debería estar aún más cubierto para no tentar a un hombre durante la fiesta", como si fuera a ser responsable de los posibles pensamientos o acciones de cualquier hombre al azar. En otro país, noté lo peligroso que era para una mujer estar en público alrededor de las 10:00 p. m. Es posible que la acosen o, peor aún, que se interprete como que sale de noche por “una razón”. Es importante señalar que si bien aquí en los Estados Unidos existen leyes vigentes que otorgan todos los mismos derechos a todos los ciudadanos, también hay mujeres en este país que sufren abusos.
Para muchos, historias como la de Fakhra parecen muy remotas, pero para mí, esto representa una lucha mayor. Ya no somos de un país o de otro. Con Internet, aviones y teléfonos, somos verdaderamente parte de una comunidad global. Lo que te afecta a ti, me afecta a mí y viceversa, por lo que realmente estoy reforzando mi compromiso de ayudar tanto a las mujeres como a los niños que, en la mayoría de los casos, son víctimas de abuso. La única persona que alguna vez necesita tener el control de la vida de esa mujer, es esa mujer misma. Mi objetivo es empoderar a las mujeres para que puedan liberarse del pasado y soltar el equipaje que conlleva el abuso emocional y/o físico. Quiero darles lo que necesitan para que se sientan fuertes, confiados, positivos y exitosos. Quiero ayudar a las mujeres a alcanzar su máximo potencial como seres humanos y como mujeres.
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